Agencias
Facebook, Google, Instagram o Apple han lanzado herramientas para controlar y mejorar el tiempo que pasamos «enganchados» a la pantalla del móvil, pero ¿realmente quieren los gigantes tecnológicos que pasemos menos tiempo frente a la pantalla?
«Las aplicaciones están pensadas para perder el tiempo», responde a Efe José Ramón Ubieto, psicólogo clínico y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), que apunta los siguientes datos: cada usuario dedica más de cuatro horas al día a mirar pantallas y enciende la pantalla de su teléfono inteligente una media de 150 veces al día.
Para ayudar al usuario, aplicaciones y sistemas operativos han lanzado distintas herramientas: la nueva versión de android, lanzada la semana pasada, incluye mejoras con el objetivo de incrementar «el bienestar digital» del usuario: un tablero de control de tiempo, un temporizador de aplicaciones y un modo de ‘no molestar’, que silencia todas las interrupciones visuales de la pantalla.
En junio, Apple también anunció una nueva versión de iOS con herramientas para mejorar el tiempo empleado en sus dispositivos; y Facebook e Instagram se apuntaron al carro este mes con una opción para delimitar el tiempo máximo de uso -la aplicación envía un mensaje cuando se sobrepasa-, y la posibilidad de anular las notificaciones.
Pero ¿realmente quieren las grandes empresas tecnológicas que dejemos de usar el móvil? El profesor de Estudios de Artes y Humanidades de la UOC, Enric Puig, está convencido de que estas nuevas herramientas no sirven a su propósito: «Pensamos en la tecnología como un elemento neutro y no lo es».
Puig reúne en «La gran adicción. Cómo sobrevivir sin internet y no aislarse del mundo», el testimonio de personas que han decidido desconectarse de la red y que comparten una «sensación generalizada de que son dueños de su tiempo».
«Tenemos la ilusión de que podemos hacer varias cosas a la vez pero es mentira», advierte el profesor universitario, que aboga por adoptar «una visión crítica» sobre el uso de la tecnología, porque si bien existe el discurso generalizado de que «empoderan a los ciudadanos», lo que han hecho es hacerlo «más esclavo».
En Estados Unidos, el Center for Human Technology, fundada por Tristan Harris, un antiguo diseñador de Google, advierten de la peligrosa capacidad que tienen aplicaciones y móviles para captar la atención de los usuarios, ya que están expresamente diseñadas para eso.
La hiperconectividad genera individuos más estresados, con problemas de concentración -especialmente adolescentes y niños-, y está cambiando las relaciones entre los individuos: cada vez se prefieren las virtuales a las personales, advierte esta iniciativa.
Entre sus propuestas: desconectar las notificaciones, cambiar los iconos de las aplicaciones a blanco y negro -los diseños coloridos captan más atención-, dedicar la pantalla de inicio solo a aplicaciones útiles (mapas, calendarios, notas…) y, para los más atrevidos: eliminar completamente las aplicaciones de redes sociales y usarlas solo desde el ordenador.
El profesor de Comunicación de la Universidad de Navarra, Javier Serrano-Puche, cree que el peligro que esta «hiperconectividad» está recayendo especialmente en los más los jóvenes y apunta a la aparición de nuevas fobias cuando no están constantemente conectados: FOMO -cuyas siglas responden en inglés a «Fear of missing out» (miedo a ser olvidado)-, o Nomofobia -«No mobile fobia», miedo a no tener el móvil-.
«La vida digital se cuantifica en ‘likes’ y en nuevos seguidores y eso lleva a los jóvenes a pasar horas en internet», relata Serrano-Puche, un espacio en el que se tiende a compartir solo lo positivo, lo cual puede generar «un impacto negativo» por la constante comparación.
El psicólogo clínico José Ramon Ubieto, autor del libro «Niñ@s hiper: Infancias hiperactivas, hipersexualizadas, hiperconectadas», cree que en estos casos es importante crear espacios para los más jóvenes desconectados de internet, donde se restrinja el uso de dispositivos, especialmente en el caso de los más pequeños: «En Gran Bretaña el 50 por ciento de los niños de menos de 2 años tienen su propia tableta».
Fuente: EFe