Agencias
Imagínese, si quiere (y debería), un gran ejecutivo de tecnología estadounidense que es detenido por cargos no especificados durante un viaje a Beijing.
Eso es exactamente lo que varios ejecutivos del Valle del Silicio me dijeron que les preocupa después del arresto esta semana de Meng Wanzhou, el jefe financiero de la compañía de telecomunicaciones Huawei, en Canadá por solicitud de oficiales de EE.UU.
“Es preocupante, porque es una escalada que no necesitábamos”, dijo un ejecutivo, refiriéndose a las ya tensas conversaciones comerciales entre los dos países. “Lo que hará China, dadas las tensiones existentes, no lo sabe nadie”.
Nadie con quien hablé quiso hacerlo, por miedo a ofender a cualquier lado y también porque nadie sabe lo que está sucediendo. Pero muchos expresaron preocupación por la posibilidad de arrestos vengativos.
Mientras que todos se enfocan en el drama del arresto y su efecto sobre las discusiones comerciales y los precios de las acciones, para mí hay una pelea mucho más importante latiendo, y es sobre la hegemonía tecnológica. Específicamente, ¿quién controlará la próxima edad de internet?
Hasta hace poco la respuesta era claramente EE.UU., donde surgió el internet, que conectó al mundo y, en el proceso, dio como resultado la mayor creación de poder y riqueza en la historia. Si bien China siempre ha tenido un sector tecnológico sólido, en los últimos años ha incrementado su inversión, experiencia e innovación, con gran apoyo del gobierno.
Esa confabulada relación crea problemas obvios, y la administración de Trump tiene razón al dejar de fingir que China no representa una amenaza tanto desde el punto de vista de la seguridad como de la innovación.
No es la primera vez que Estados Unidos toma medidas enérgicas contra las compañías chinas. Este año, el segundo mayor fabricante chino de telecomunicaciones, ZTE, recibió una multa de 1.000 millones de dólares por violar las normas comerciales, y se impidió que Broadcom, con sede en Singapur, comprara Qualcomm de San Diego. Pero el arresto de alto perfil de Meng subrayó una perturbadora espiral en la ya compleja relación que la industria tecnológica tiene con China y la administración Trump.
El Departamento de Justicia había estado investigando a Huawei bajo sospecha de haber violado las sanciones contra la exportación de tecnologías estadounidenses a Irán, y la detención de Meng parece ser parte de ese esfuerzo. Dado que Huawei se ha convertido en una potencia mundial en teléfonos inteligentes y equipos para redes móviles, no es de extrañar que el escrutinio sobre los intereses a los que está sirviendo aumentaría. El fundador de la compañía, y el padre de Meng, Ren Zhengfei, fue un antiguo ingeniero del Ejército Popular de Liberación, que durante mucho tiempo activó alarmas entre funcionarios de inteligencia estadounidenses sobre los vínculos de Huawei con el gobierno chino. Todo esto hace que el movimiento contra Meng parezca particularmente audaz y un mensaje a China que Estados Unidos ha venido a jugar.
El gobierno tiene mucho por qué preocuparse. A medida que redes inalámbricas 5G de quinta generación surgen por todo el mundo, muchas están siendo desplegadas por Huawei. Son las que marcarán el comienzo de la próxima era de innovación, y la idea de que China, que personifica la economía de vigilancia, dominaría esa era les molesta.
El compromiso de nuestro gobierno de invertir en lo que viene después es la mejor contraparte para vigilar a competidores como China. En cambio, vemos un esfuerzo fuerte pero decididamente vacío para promover la idea de que la fabricación de tecnología debería regresar a EE.UU. (no lo hará) y un compromiso muy débil de llevar mentes calificadas de tecnología y ciencia a los centros de poder.
Esta semana, la Casa Blanca lanzó un plan de cinco años en torno a la educación STEM: ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, que no es lo suficientemente robusta como para poner a los chinos ni siquiera un poco nerviosos de que podamos seguirle el paso a sus esfuerzos más agresivos para entrenar a su fuerza de trabajo para la próxima era de la informática.
También esta semana en la Casa Blanca, se llevó a cabo una mesa redonda para debatir temas como inteligencia artificial, 5G inalámbrica y computación cuántica, con altos ejecutivos de la tecnología como Satya Nadella de Microsoft, Sundar Pichai de Google, Safra Catz de Oracle y Steve Mollenkopf de Qualcomm en asistencia. Se llamó “sesión de escucha”, y se informó que el presidente Donald Trump “apareció”, en un momento en que estos problemas necesitan una atención mucho más sostenida desde la cima.
Por lo que no es sorpresa que el New York Times reportó que Trump no fue avisado sobre el arresto planeado de Meng, aunque sucedió al mismo tiempo que estaba cenando con el presidente de China, Xi Jinping, en un intento por llegar a una tregua en la guerra comercial.
Fuente: El Colombiano