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Agencias

Necesitamos actuar y necesitamos hacerlo ya». Rolf Densing, director de operaciones de la Agencia Espacial Europea (ESA), mostraba ayer durante la octava conferencia sobre desechos espaciales en Darmstadt, Alemania, una imagen del satélite Sentinel 1B, en peligro de colisión con una etapa de un cohete Larga Marcha chino. Ocurrió en febrero del pasado año y fue necesaria una maniobra para evitar la catástrofe y salvar el artefacto europeo dedicado a la observación de la Tierra. La fotografía ilustraba perfectamente las consecuencias del mayor temor de Densing: un tráfico espacial hipersaturado y descontrolado.

Actualmente, la ESA, que cuenta con una flota de veinte satélites, se ve obligada a hacer una de estas maniobras de evitación cada dos semanas, el doble que hace algunos años. Y va en aumento.

El incremento exponencial de satélites lanzados por gobiernos y compañías privadas eleva considerablemente el riesgo de choques en la órbita terrestre. «El tráfico espacial puede ser comparado al aéreo, y hay que controlarlo de manera similar», afirmó Densing. No solo las naves espaciales en activo son un problema, también las que ya han quedado obsoletas, han explotado y mantienen sus fragmentos dando vueltas ahí arriba.

Las redes de vigilancia rastrean actualmente alrededor de 28.210 escombros espaciales, pero se cree que hay millones más. Con un tamaño que varía de 1 mm a más de 10 cm, estos desechos también pueden chocar contra satélites operativos y otras naves y causar daños graves. Algunos eventos concretos, como la destrucción de un satélite militar chino en una prueba con un misil en 2007 incrementó la basura espacial en un 15%. La reciente explosión de un satélite meteorológico de EE.UU. generó alrededor de un 3% más.

Maniobrar por sí solos

Para prevenir este problema, la ESA estudia varias soluciones, como que los satélites sean capaces de pensar por sí mismos con algoritmos que predigan la posibilidad de un choque de forma automática y decidan maniobrar o no. «Pero para eso hace falta negociación internacional, hacen falta reglas», indicó Densing. Holger Krag, jefe de la oficina del Programa de Seguridad Espacial, alertó de que todos los escombros, «incluso los invisibles por su pequeño tamaño», pueden ser «peligrosos». Para detectarlos, «podemos mejorar las horas de observación con telescopios ópticos y utilizar más radares para los objetos que no se pueden ver porque son negros (no reflejan la luz) o muy pequeños», explica José Morales, responsable de operaciones de las misiones de observación de la Tierra de la ESA.

Otra iniciativa de futuro es que las naves que sufran una colisión que no sea catastrófica puedan repararse a sí mismas en el espacio con materiales que absorban el choque o sean capaces de regenerarse. También se proyecta el diseño de una especie de gancho llamado ClearSpace-1 para recoger la basura espacial y guiarla a la atmósfera terrestre para su desintegración. Cielos prístinos Las iniciativas de impresionantes constelaciones de miles y miles de diminutos aparatos como Starlink, de SpaceX, compañía de Elon Musk, suponen una amenaza creciente. «Aunque los construyen con un ‘código de conducta’ para que sean capaces de volver por sí mismos del espacio y destruirse tras su vida útil, si de 40.000 satélites falla solo un uno por ciento, tienes 400 satélites incontrolables.

No se puede parar el progreso, pero el espacio es uno y compartido y hay que preguntarse si esto es sostenible», cuestionó Morales. Thomas Schildknecht, de la Unión Astronómica Internacional (IAU), pidió una regulación común para poner límites a este tipo de iniciativas y «la responsabilidad de todos, gobiernos y organismos privados». «¿Queremos ver todas esas luces en el cielo? ¿Queremos que se vean desde cualquier lugar del mundo, desde Australia, China o la Antártida? Probablemente no. Tenemos que pensar cómo preservar el cielo nocturno prístino, es una herencia para la humanidad», señaló en referencia al problema medioambiental que también suponen estos batallones de luces. En este sentido, recomendó oscurecer los satélites y negociar su altitud, entre otras medidas. En lo que estuvieron de acuerdo todos los expertos es en la necesidad de hacer del espacio «un lugar sostenible para las siguientes generaciones».

Fuente: FWN

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