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Agencias

Algunos países deciden desconectar determinadas áreas de internet, ya sea como sanción o como mecanismo de opresión a los ciudadanos en contextos de agitación social, lo que puede perjudicar al ecosistema global de internet, según expertos.

Este fenómeno recibe el nombre de ‘Splinternet’ y consiste, principalmente, en que las autoridades restringen el acceso a ciertas páginas web o servicios, como pueden ser redes sociales, y suprimen la libre circulación de información.

Los expertos de DE-CIX han analizado cuáles son las implicaciones técnicas de este fenómeno y por qué es perjudicial para el ecosistema global de Internet, puesto que está repercutiendo a millones de personas en varios sentidos.

Actualmente existen unas 65.000 redes alrededor del mundo. Redes que, al igual que los dispositivos, cuentan con identificadores asignados que les permiten tanto localizarse como comunicarse entre sí, empleando para ello un protocolo.

Estas redes son capaces, a su vez, de conocer qué otras redes tienen a su alcance, por lo que pueden establecer cuál es el itinerario por el que deben circular unos datos en concreto. En este sentido, conviene recordar que en el Internet público no es posible saber con seguridad qué ruta atravesarán los atos para llegar a su destino final.

De ahí que los puntos de intercambio de Internet funcionen como un ‘hub’, esto es, que permiten que los datos viajen entre unas redes u otras, para que los datos se muevan por caminos más largos por razones de coste u otros problemas técnicos o bien que escojan las vías más rápidas y directas si tienen la posibilidad.

Por tanto, si un país completo se desliga de esta red de caminos interconectados, se disminuyen las rutas posibles que pueden tener los datos, de modo que perjudica la estabilidad de Internet, que comienza a necesitar redundancias para protegerse ante incidentes en la red.

Países que se desconectan voluntariamente

Si bien es cierto que se puede dar esta desconexión por una catástrofe natural, como la que se dio con la erupción del volcán submarino en enero de 2022, que dañó los cables marítimos que permitían la conexión con la isla de Tonga, Oceanía; la situación también es peligrosa cuando un país decide cercenar las conexiones con el mundo exterior.

En primer lugar, puede hacerlo bloqueando determinados dominios para que dejen de ser accesibles, lo que «no es muy efectivo», según los expertos de DE-CIX, puesto que es sencillo de burlar.

Otra forma es el filtrado de ciertas direciones IPs, de modo que los proveedores de servicios de Internet solo permiten la circulación de datos procedentes de dispositivos ubicados en ese país que cuenten con el permiso para acceder a Internet.

Finalmente, se sitúa la vía que emplea Corea del Norte, que fuerza a los proveedores de servicios de Internet para que impidan que los clientes privados accedan al sistema de enrutamiento, esto es, al protocolo que permite que las redes se puedan comunicar entre sí. De este modo, aísla a los ciudadanos, a pesar de que los dispositivos autorizados puedan seguir teniendo acceso completo a internet.

Los especialistas insiten en que, detrás de todo esto, la latencia es la gran perjudicada, puesto que cuando un país se desconecta voluntariamente de Internet, esto también tiene un gran impacto en el resto.

Por una parte, es imposible acceder al contenido que se aloja en esta región desde el exterior. Asimismo, el resto del tráfico se ve perjudicado porque debe dar un rodeo para llegar a su destino, lo que se traduce en un deterioro de la calidad de la conexión, tiempos de respuesta más largos y menor ancho de banda disponible.

Por ese motivo, se aboga por una Internet abierta, en la que los datos fluyan libremente para garantizar la transparencia y el acceso a la información, puesto que una red fragmentada afecta en la fiabilidad de las conexiones en todo el mundo y va en contra del propio concepto de Internet.

Fuente: eE

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