Agencias
Jensen Huang, consejero delegado de Nvidia, ha declarado esta semana que Estados Unidos podría tardar entre 10 y 20 años en alcanzar la independencia en materia de chips. Irónicamente, diversos expertos en la industria de semiconductores han efectuado pronósticos parecidos sobre el avance de China hacia la autosuficiencia.
La cuota de Estados Unidos en capacidad mundial de fabricación de chips se ha reducido a menos de un tercio durante los últimos 30 años, hasta situarse en torno al 12%. La Ley CHIPS y de Ciencia del país, respaldada con 52.700 millones de dólares (unos 48.700 millones de euros) destinados a I+D en semiconductores e incentivos a la fabricación a lo largo de 10 años, pretende invertir en poco tiempo dicha tendencia.
En China, el principal motor de un gigantesco esfuerzo por el desarrollo de una industria de semiconductores de vanguardia ha sido la imposición de una serie de sanciones comerciales promovidas ante todo por Estados Unidos, que no sólo restringen la importación de chips avanzados, sino también de maquinaria de fabricación de chips provista de componentes o software estadounidenses, así como equipamiento procedente de Japón y los Países Bajos.
En un documento de investigación, S&P Global Ratings afirma que, si bien las numerosas restricciones frenarán el progreso de China durante varios años, también empujarán al país a “hacer acopio de sus considerables recursos para un titánico esfuerzo” que promoverá su avance en el sector.
La firma de analistas señala que China cuenta con una industria de chips de tamaño considerable y ya madura, pero es incapaz de producir chips de vanguardia si no dispone de tecnología importada, y las prohibiciones dificultan aún más la recuperación y la hacen más urgente para el gobierno.
Como muestra de la magnitud de la brecha, S&P Global Ratings destaca que las grandes firmas mundiales especializadas en software de automatización de diseño electrónico, las empresas de diseño de chips y las fundiciones tienen, de media, entre cuatro y siete veces más patentes que sus homólogas chinas.
Ganancias modestas
La producción de chips realizada por firmas nacionales dentro del territorio de China continental aún no supera el 20% de la demanda local total, lo que requiere importaciones por valor de más de 400.000 millones de dólares (casi 370.000 millones de euros) cada año. En 2015 el país se fijó el ambicioso objetivo de alcanzar el 40% de autosuficiencia en 2020 y el 70% en 2025, en el marco de unas metas más amplias establecidas bajo la denominación Made in China 2025.
S&P Global Ratings apunta que las restricciones comerciales podrían comportar que las empresas chinas tarden varias décadas en producir los chips más avanzados. Pero el gobierno de la República Popular, ante lo que considera una táctica comercial desleal, canaliza sus considerables recursos a través de los sectores público y privado para paliar la brecha.
En setiembre se informó de que el gobierno iba a lanzar un fondo de 300.000 millones de yuanes (casi 39.000 millones de euros) para apuntalar su industria de semiconductores, y que intensificaría sus esfuerzos tras los movimientos efectuados para reforzar la inversión en Estados Unidos y en Europa.
Con todo, la firma de analistas señala que la innovación no siempre se mueve en la dirección más obvia y que pueden producirse avances inesperados, como por ejemplo el nuevo Mate 60 Pro de Huawei, que incorpora un chip de 7 nanómetros (nm) de producción local.
Como Huawei tiene prohibido importar chips 5G, el lanzamiento del dispositivo ha suscitado numerosas especulaciones en torno al origen del procesador y su compatibilidad con dicha tecnología.
Se cuenta que la firma estatal Semiconductor Manufacturing International Corp (SMIC) ha recurrido a máquinas importadas de litografía ultravioleta profunda, sujetas ahora a controles más amplios, para fabricar el chip.
El lanzamiento del dispositivo ha supuesto un gran éxito en relaciones públicas para Huawei y también para el gobierno chino, puesto que los compradores locales han manifestado en seguida su apoyo a una marca nacional con chips de gama alta de producción propia, ante la creciente presión de unos Estados Unidos a los que ven como una potencia que abusa de su poder.
El fabricante ha tenido que ampliar la producción para satisfacer la demanda.
Difícil de disuadir
Haciéndose eco de una opinión común en el sector, Burn Lin, ex vicepresidente de Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), ha afirmado que los esfuerzos de Estados Unidos por restringir la venta de equipamiento avanzado de fabricación de chips a China no impedirán que el país progrese a largo plazo mediante tecnologías propias.
Aunque Estados Unidos y sus aliados puedan introducir nuevos obstáculos, parece cada vez más improbable que disuadan a China de sus ambiciones, como ha demostrado Huawei sin necesidad de anunciar una novedad de carácter rupturista.
A menudo, el gobierno de Estados Unidos determina la inversión privada a partir de preocupaciones referidas a la seguridad nacional y el posicionamiento geopolítico, sin tener en cuenta los costes a largo plazo de sus políticas.
La búsqueda de la independencia tecnológica dará lugar a dos redes incompatibles. Según Richard Windsor, de Radio Free Mobile, estas generarán menos valor que una red mundial única y frenarán el crecimiento a largo plazo de todo el sector tecnológico durante los próximos 10 o 20 años.
S&P Global Ratings reconoce que el apoyo gubernamental a la industria puede ser decisivo, pero insiste en la importancia de mantener la integración mundial. Advierte de que el fomento de la localización y el incremento de las restricciones podría tener un precio, que pagarían sobre todo los consumidores del mundo entero y los productores de chips, porque eleva los costes, exige gastos adicionales y obstaculiza el desarrollo de la propia industria.
El coste de la independencia es extraordinariamente alto. La resolución de las diferencias, encaminada a mejorar la cooperación y mantener abiertos los canales de suministros, no acapara titulares ni mejora la posición política, pero aporta importantes beneficios, de los que la industria tecnológica ha sido testigo durante décadas.
Fuente: MWL